Al principio, éramos siete madres y formábamos parte de un proyecto llamado KIP (Kompetenzzentrum Inklusion Pankow). Éramos madres migrantes y teníamos hijos en condición de discapacidad. Nos reuníamos para compartir nuestras historias y las emociones que nos atravesaban mientras nos adaptábamos a un nuevo país y a la realidad inesperada de la discapacidad. Después del Covid, tres de ellas nos dispusimos a continuar y adoptamos la gestión por nuestra cuenta. En el camino, conocimos a personas que desempeñaron un papel fundamental al conectarnos con otras asociaciones. Marita Orbegoso, las chicas de Migrantas, Susanna Kubisch del Integrationsbüro y, por supuesto, el gran equipo de Moskito Pfefferwerk fueron clave en este proceso. Gracias a su apoyo, obtuvimos nuestro primer gran financiamiento, lo que nos permitió establecernos y organizar reuniones periódicas. Poco a poco, logramos involucrar también a los padres y dar mayor estabilidad al grupo. Trabajamos mucho, por algo muy valioso, y vivimos momentos reconfortantes. Hoy somos un grupo mixto de diecisiete familias donde nos apoyamos los unos a los otros. El apoyo emocional, en nuestro caso, va de la mano del intercambio de información, ya que para las familias migrantes en Alemania resulta especialmente difícil acceder a las ayudas que ofrece el Estado. Además de organizar reuniones con expertos, cada uno comparte la información que posee, de manera que todos aprendemos de los demás. Lo que nos une como grupo son los momentos de agradecimiento de las familias porque exista un espacio de estas características. Sobre todo, nos entusiasma y fortalece ver que hemos logrado nuestro propósito principal: acompañar y apoyar a más familias, mientras crecemos como comunidad sólida, una especie de gran familia.